"Vine a España para poder protegerme de la guerra en Mali, ya no me queda familia"

Los malienses Mamady, Chikou y Bandjougou dejaron su tierra huyendo de la inestabilidad política en una situación muy "peligrosa", mientras que Ibra, Issa o Fallou partieron de Senegal el pasado día 23 en un cayuco con más de 300 personas 
Ibra, Issa y Fallou, junto a otros compañeros. ALBA MOLEDO UCHA
photo_camera En el centro de la imágen, Fallou junto a otros compañeros. ALBA MOLEDO UCHA. ALBA MOLEDO UCHA

Son 54 y no superan los 29 años, aunque algunos de ellos tampoco lo saben con certeza. La juventud, la cordialidad, el agradecimiento y la esperanza son cualidades que les definen por igual, aunque sus historias, que cuentan con un nexo común entre la guerra y la búsqueda de un futuro laboral, estremecen y conmueven de un modo único. Diario de Pontevedra lo descubre en la que fue, este jueves por la tarde, la primera toma de contacto de los jóvenes migrantes con el lugar que, durante los próximos meses, será su hogar: Areas. Allí, al municipio de Sanxenxo, llegaron al filo de las 6.50 horas de la mañana en un autobús procedente del aeropuerto madrileño de Barajas, donde aterrizaron poco antes de las 23.00 horas del miércoles en un avión directo desde Canarias.

Pero, aún con todo el cansancio, la nostalgia de algunos que, a pesar de todo, ya echaban de menos su casa y la debilidad causada por el largo viaje, para ellos, lo peor ya ha pasado. Y es que, a sus 18, 19, 22, 25 y hasta 29 años, por momentos no encuentran ni las palabras para expresar lo vivido en mitad del mar, al que, en el caso de los senegaleses Ibra Diene, Issa o Fallou Diop, se echaron el pasado 23 de octubre en un cayuco por el que llegaron a pagar unos 700 euros al cambio y en el que, en total, "éramos 300 hombres, nueve mujeres y 15 niños. Pasamos ocho días navegando. Él iba conmigo y vomitaba mucho", cuenta Ibra, señalando a uno de sus compañeros. "Las olas eran enormes pero yo no tenía miedo. No le tengo miedo a nada", asegura, a sus 22 años, en francés, el mismo idioma en el que también describe a este medio su anterior trabajo en Senegal como "chófer de mercancías de alimentación. Tenía trabajo pero no nos pagaban bien", cuenta, respaldado por al menos una decena de jóvenes que se arremolinan en torno a la conversación, aunque sin comprender del todo el francés. Ahora, confiesa Ibra, su sueño es poder "volver a trabajar aquí como conductor, pero necesito tener el carné", lamenta, agradeciendo a su vez las palabras de ánimo. A pesar de ello, al igual que uno de sus compañeros, Issa, "no me importa trabajar de lo que sea. Cualquier cosa estará bien", explica el segundo.

Para otros jóvenes como el también senegalés Fallou Diop (22 años), el objetivo es reencontrarse con su padre, que vive en Valencia. "Vine para reunirme con él, me está esperando y tengo muchas ganas de verle", asegura, abrazándose el torso con un gesto de ternura, y solicitando ayuda para comprender en qué punto de la geografía española se ubica actualmente.

En la misma situación se encuentra el maliense Bandjougou Diawara quien, a sus "más o menos 21 años", espera reunirse con su hermano mayor, que vive en un pueblo de Barcelona y que, como él, llegó a España el pasado 2020 a bordo de un cayuco. En perfecto castellano, el primogénito de la familia, Daoula, pide ayuda a través del teléfono para entender en qué situación y en qué punto del mapa se halla su hermano menor, a quien llevará consigo "en cuanto encuentre una casa. Todavía no la tengo, pero en cuanto pueda lo traeré aquí. Quise que mi hermano viniera porque en Mali hay muchos problemas. Vino en barco como yo, es muy peligroso, pero ahora ya está bien. Aquí estará bien". Y es que, en el caso de estos dos hermanos, todavía tienen a sus "madres, padres y hermanos pequeños" en Mali. Entre todos suman ocho, cuatro de ellos mujeres, que permanecerán en el país con sus respectivas familias y, para los restantes, la posibilidad de acompañar a los mayores en España es "muy baja".

A la izquierda, Issa, y en el centro de la imagen, Ibra, junto a otros compañeros. ALBA MOLEDO UCHA
A la izquierda, Issa, y en el centro de la imagen, Ibra, junto a otros compañeros. ALBA MOLEDO UCHA

Bandjougou, como sus compañeros malienses Mamady Diaby (18 años) y Chikou Diakité (22 años), es solicitante de asilo, por lo que los tres podrán permanecer en Sanxenxo, previsiblemente, unos tres meses. Y es que, en el caso de los jóvenes procedentes de Mali, la guerra en el país ha marcado sus vidas profundamente. "Vine a España para poder protegerme de la guerra en mi país, ya no me queda familia, no tengo padres", asegura en francés Mamady. "Allí no estaba seguro, tenía un problema político", cuenta. En el caso de estos tres jóvenes procedentes de Mali, hicieron la travesía hasta Canarias junto a otras 64 personas en la misma embarcación y, ahora, esperan, en un futuro, poder recuperar la estabilidad que la guerra les quitó. "En Mali mi hermano estudiaba, pero luego ya tuvo que trabajar. Aquí, si él quiere, puede volver a estudiar", asegura Daoula a través del teléfono.

Bandjougou, Mamady y Chikou. ALBA MOLEDO UCHA
Bandjougou, Mamady y Chikou. ALBA MOLEDO UCHA

Otros jóvenes, que después del turno de comidas en el hotel Baixamar, donde permanecerán alojados durante las próximas semanas, se decidieron a conocer la zona caminando entre la playa de Areas y el límite con Raxó (Poio), describían el viaje en cayuco entre la angustia vivida y el miedo. "Las olas fueron terribles", aseguraban, haciendo gestos con los brazos para explicar su inmensidad. Ahora, desde la costa de Sanxenxo, vuelven a mirar hacia el mar con nuevos ojos.

Nuevas llegadas
Sanxenxo podrá recibir a unos ocho jóvenes más 
Con los primeros 54 migrantes ya en Sanxenxo, sin llegar a agotar las plazas del Hotel Baixamar de Areas, la ONG Accem, que gestiona su alojamiento en el municipio, no descarta recibir, próximamente, a alrededor de unos ocho jóvenes más, que también se alojarían en el establecimiento, hasta completar el total de las 62 personas previstas inicialmente. 

El establecimiento, de hecho, todavía cuenta con capacidad para dar cabida a alguna persona más, según confirmó su responsable, Jorge González, que se incorporaría al plan de alojamiento y asistencia social que brinda al grupo la ONG. El responsable de la organización en Galicia, Daniel Bóveda, aseguró tras su llegada que todos ellos se encuentran "en perfecto estado".

 

Jorge González (Hotel Baixamar): "Nos están dando una lección de vida a muchos de nosotros"

Jorge González, responsable del Hotel Baixamar de Areas. JOSÉ LUIZ OUBIÑA
Jorge González, responsable del Hotel Baixamar de Areas. JOSÉ LUIZ OUBIÑA

Con la infinita amabilidad de que le caracteriza, el responsable del Hotel Baixamar de Areas, Jorge González, que aloja al grupo de migrantes desde este jueves, aseguró, en nombre del personal del hotel, que cuenta con cinco personas actualmente, que "estamos encantados de recibir a gente tan maravillosa y colaboradora y fíjate que hasta salió el sol", dijo, feliz de colaborar. 

Aunque finalmente el aviso de la llegada definitiva del grupo le fue notificado durante la noche del mismo miércoles, el hostelero ya se había aprovisionado de agua, zumos, arroz y otros alimentos básicos. Por la mañana, después de servir el desayuno alrededor de las 7.30 horas, apuraba todavía "los últimos flecos" de la cesta de la compra, que ya estaba "al 80% preparada". "Ellos vienen maravillosamente, estupendos, muy risueños, optimistas y, eso sí, muy cansados. La paliza del viaje es importante", valoró. "Son muy jóvenes, casi podrían ser mis nietos. Nos están dando una lección de vida a muchos de nosotros", añadió, asegurando que "yo solo soy hotelero, pero aquí la labor importante la hacen los chicos y chicas de la ONG. Yo atiendo a personas, no tengo mérito especial, lo haría con cualquier persona que pasase por mi puerta".