Vuelve a los banquillos después de una mala experiencia en Boiro.
Sí, no fue una transición fácil, la verdad. Todo lo que vivimos allí fue una decepción. Mental y profesionalmente fue un año durísimo. Y creo que la forma de acabar no fue la mejor. Quizá el descansar era una opción, pero se me presentó una oportunidad a la que no podía decirle que no. Uno de mis objetivos como entrenador era ser técnico del Céltiga. Se dio en este momento y adelante.
Conoce bien el club. ¿Es eso una ventaja?
Llevaba seis años como coordinador de base, fui entrenador en su cantera y siete años jugador. Sé que es un club diferente y peculiar, pero conocerlo desde dentro sí que puede ser una ventaja para saber cómo se respira, claro.
¿La exigencia es ascender?
Venimos de dos años muy complicados en lo económico y lo social. Una parte muy importante del presupuesto se cubría con unas fiestas gastronómicas que no se pudieron hacer. Lo han pasado mal y eso hace que vayan con pies de plomo. Ahora mismo, para nosotros es difícil competir con equipos de la zona. El objetivo es no pasar apuros e ir creando la base de un equipo a futuro.
¿Ha crecido el nivel en Preferente?
Este año, la liga es tan bonita como terrorífica. Hay ocho o diez equipos con la mente en el ascenso. Y entre los de la ‘zona noble’ existen pocas diferencias. Yo creo que, al acortarse la Tercera, quedaron muchos jugadores ‘sueltos’. Y hay equipos en esta categoría que están manejando unos presupuestos que no hay en Tercera.