Sofía Beiras: “La vida hay que vivirla intensamente”

De generación en generación, fueron "la confitería" de Vilagarcía, además de regentar otros negocios como una cestería o Costureiro ▶ El alzheimer de su marido le marcó de por vida
photo_camera Sofía Beiras para Vida Salnés. JOSÉ LUIZ OUBIÑA
Mi historia
Mis abuelos eran confiteros desde 1926. Tenían una confitería que se llamaba El Chalet de la Alameda. Esa confitería endulzó la vida de los vilagarcianos y de quienes venían en los vapores de Riveira y A Pobra. Mis abuelos se establecieron en Vilagarcía, venían de Órdenes y él llevó su confitería hasta que murió muy joven. Entonces empezó mi padre. Eran cinco hermanos, mi padre y cuatro mujeres. Dos se marcharon para Argentina y él se quedó con la confitería. Se casó con mi madre y yo me quedé huérfana de padre cuando tenía ocho años y mi madre se quedó con todo el peso del negocio. Somos cuatro hermanas, la mayor tiene 89 años, la segunda murió en junio con 83, la tercera tiene 74 y yo tengo 68. Todas llevamos ese peso, menos la mayor que se marchó para Sudáfrica porque su marido era inspector de pesca y eligió dejar el negocio familiar. Y yo, que me encantaba estudiar, tuve que dejarlo todo para ocupar un sitio en el negocio.

¿Fuistéis “la confitería” de Vilagarcía?
Mi padre, Antonio Beiras, era uno de los mejores confiteros de Vilagarcía. Hacía unos merengues de fresa impresionantes, hacía unas tartas que tenían mucha fama. 

Y luego llegó el liderazgo de tu madre.
Ayudamos a mi madre para seguir con el negocio. Mi madre tuvo muchísimas agallas porque en 1969 abrió la Confitería Beiras en el mismo local donde yo tenía Costureiro (la mercería ya cerrada de la rúa Cobián). Siguió con el Chalet de la Alameda, que tenía mucha fama, pero mi madre se arriesgó y montó la confitería Beiras. 

Mucho trabajo.
Todo era trabajar. Hicimos de todo. Íbamos a vender a los mercados, iba con mi madre a vender los bocadillos por la noche al parque Rosalía de Castro cuando venían en aquella época artistas como Manolo Escobar. Y luego seguíamos trabajando en la confitería. Vivíamos para trabajar porque después se nos ocurrió, a las cuatro hermanas y a mi madre, hacer la vivienda y aquello fue la locura.

¿Una vivienda para vuestra “tribu”?
Sí, la vivienda familiar donde tenemos un piso para cada hermana. Gracias a Dios, salimos adelante. 

¿Cuándo termina el negocio de las confiterías?
En 1984, mi madre se jubiló y cerramos las confiterías. Trabajábamos muchísimo y no teníamos vida. Yo tenía 20 años, tenía novio y solo podía estar con él los miércoles que era cuando cerrábamos.

¿Y el novio aguantó?
Aguantó. Ese es mi personaje imprescindible. 

Cerráis las confiterías, pero los negocios crecen.
Montamos Cestería Xunco y un negocio de decoración y también inauguramos Costureiro Mercería. Nos quedamos con Xunco, Costureiro y la confitería de la Alameda. Nos costó mucho trabajo levantarlo porque una mercería es peor que montar una joyería.

¿Por qué?
Porque hay que comprar muchísima cantidad de muchas cosas y salen a cuenta gotas. En el 95 cerramos Cestería Xunco y montamos Costureiro Complementos y abrimos al año siguiente Costureiro Labores. Llegamos a tener seis tiendas en Vilagarcía. 

¿Cómo se explica tanta energía?
Es que mi madre era como una gallina. Nos arropó debajo de su falda y no nos dejó volar. Tuvimos que seguir con su negocio hasta el punto de que yo quise estudiar y no pude.

¿Qué te hubiera gustado estudiar?
Decoración y moda, diseñadora. 

Pero hiciste otra vida.
Hice una vida muy buena. Mi marido trabajaba, yo tenía mi trabajo, vivíamos bien. No tuvimos hijos y en 1993 adoptamos a Jesús que vino con dos añitos y medio.

¿Por qué decides adoptar?
Lo decidimos porque a mi marido, con 35 años, le dio un infarto y yo pensé que con lo que estábamos trabajando no teníamos a nadie a quién dejárselo. Y adoptamos a Jesús y al año siguiente estaba Alicia ahí con una minusvalía, con un problema que nadie la quería y la adoptamos. Fue una adopción muy dura porque la adopté con 14 años. Me acuerdo de las primeras Navidades cuando vino Papá Noel. Fue alucinante, le salían los ojos de las órbitas. Cenó con los regalos colgados para que nadie se los llevara. 

¿Lo más bonito y lo más duro de la adopción?
Lo más bonito fue criarlos. Lo más duro fue la enfermedad de mi hijo. Y los seis primeros meses de ella. La adopté un 24 de noviembre y me llamó mamá el día de la madre del año siguiente. Era una niña muy responsable, muy buena, pero que sufría mucho y eso lo sufría yo. 

Pero hubo un final feliz.
Sí, el final feliz lo tuve. La pena es que mi marido no pudiera disfrutar de ellos.

¿Cuándo enfermó tu marido?
Mi marido enfermó cuando yo tenía 50 años y él 55. Y murió a los 62. Ellos tenían pasión por su padre y ese fue el peor momento de mi vida. Yo estaba arropada por mi familia pero ya no tenía con quien exteriorizar, con quien compartir.

¿Cuándo descubres que tu marido padece alzheimer?
Guillermo empezó a perder facultades. Empezó con una depresión encubierta. Donde más me di cuenta fue cuando estábamos en un hotel en Ibiza sentados para desayunar y me dijo “yo no sé ir a buscar la leche” al buffette. El día anterior no supo llegar de la habitación al salón. Y luego no quería salir a ningún sitio. Cuando regresamos fui a un especialista en Santiago. 

¿Tuvistéis tiempo para preparar lo que venía?
Guillermo siempre fue muy introvertido con su enfermedad. Nunca habló de ella. Sólo recuerdo un día que estábamos en el salón y yo dije que no sabía dónde había puesto las llaves y él me dijo: “pues espabílate porque ya llega uno que esté mal para que ahora seamos dos”. Eso fue lo único que él me dijo relacionado con su enfermedad. 

¿Y tú cómo lo afrontas?
Yo desde el momento que me dijeron que tenía un problema neurológico, se me cayó el mundo encima.  Fue un alzheimer galopante. Yo tenía las tiendas y no me podía permitir el lujo de dejar de trabajar y pudimos pagar a cuidadores. 

¿Algún recuerdo que quieras compartir de esos días?
Un día le estaba dando el desayuno y le quise dar un beso y me dio un bofetón, porque en ese momento él no sabía quién se le acercaba. Esos enfermos están siempre en guardia. Les asusta el espejo. Los pasos de cebra son como agujeros, se frenan en el paso de peatones.

¿El alzheimer de tu marido te convierte en activista?
Me busqué la vida gracias a María Mato que me ayudó a fundar AFESAL (Asociación Familiares Enfermos Alzheimer del Salnés). Me busqué la vida para aprender a llevarlo. Luego lo dejé cuando Guillermo estaba en la tercera fase. No podía más, entre el negocio y él que necesitaba todo el tiempo del mundo. Fui presidenta de AFESAL cuatro años. El Concello me ayudó mucho y  la diputación. Hacíamos muchos eventos de recaudación de fondos. Vinieron artistas como Moncho Borrajo o Lucrecia. Hicimos un evento muy bonito con pintores y niños en la Plaza de Galicia. El Día Mundial del Alzheimer  hacíamos en el auditorio una fiesta espectacular. De aquella no había subvenciones, vivíamos del trabajo.

¿Cómo está hoy la Asociación?
Está más callada. Tienen sus talleres y sus cosas, y tienen subvenciones. Pero perdí el contacto la verdad. 

Y en este viaje de tu vida, ¿cómo te ves?
Yo estoy súper contenta de llegar a lo que llegué y de ser lo que soy.

¿Cuándo te despides de Guillermo?
El 28 de noviembre del 2011 a las 11 de la mañana. Yo quiero pensar que no sufrió mucho y que en esos últimos años fue feliz. 

¿Cómo te recuperas de la pérdida?
Gracias a mi negocio y a mis hijos que querían mucho a su padre y yo los tenía que levantar. Me fui recuperando poco a poco. Pero tuve el síndrome del cuidador y necesité tratamiento. Porque llegó un momento que no dormía. 

Pero lo superas.
Lo que pasa es que soy muy positiva. Dejé el tratamiento y fui adaptándome a la nueva vida. Yo sólo quería estar con mis hijos y me los llevé en un crucero por el Mediterráneo y nos vino bien estar los tres juntos. 

¿Y al volver?
Volví a la vida como a mí me gusta: al borde del abismo, siempre empeñada. Yo quería seguir y les decía a mis hermanas si comprábamos otro bajo. 

¿Y volverte a casar?
Nunca me casaré. Sí tuve pareja y ahora tengo pareja. 

¿Y tu pareja actual?
Maravilloso ¡Qué suerte! Mi marido siempre es mi marido, no vamos a comparar. Pero esta es una persona de diez. 

¿Cómo eres?
Una persona inquieta, luchadora, extrovertida. Estoy feliz de ir por la calle, me encanta mi pueblo, noto que me quieren. Disfruto de lo que hago cada día. 

¿Cómo son los del Salnés?
Hay de todo. A mí la gente que me cae bien con ella al cielo, pero muy poca gente me cae mal. Siempre intento rodearme con gente positiva. 

TEST DE VIDA

¿Una palabra?
Vivir.
¿Un lugar?
Vilagarcía.
¿Una persona?
Juan, mi pareja.
¿Un personaje?
Mi nieto Unai.
¿Alguien imprescindible?
Mi marido.
¿Alguien importante?
Mi familia.
¿Un objeto?
Mi brocha de maquillaje.
¿Qué es la vida?
La vida es maravillosa. La vida hay que vivirla intensamente. Tengo que darle gracias a poder llegar a donde llegué, a estar como estoy. Ahora mi vida es un viaje y sólo estoy pensando en los que voy a hacer este año.