La historia que guarda entre sus paredes el sanxenxino Hotel del Mar se pierde en un tiempo que ni siquiera su propietario sabe datar a ciencia cierta. Entre los ecos de la Guerra Civil, los años 70 del siglo XX y la actualidad, fue cambiando de cara y de utilidad de la mano de la familia Ferreiro Fernández, hasta llegar a su heredero, Asdrúbal Ferreiro Fernández, quien, con mimo y dedicación, ha reconvertido un edificio que comenzaba a quedar antiguo en toda una Meca del veraneo frente a la playa de Silgar.
Para él, es su "negocio familiar de toda la vida". Pero, para quien no lo sepa, también es un edificio histórico "de la época de la Guerra Civil", creado "como una especie de balneario para que los que habían luchado en ella vinieran aquí", cuenta. "Me cuesta decir la fecha porque ni siquiera nosotros lo sabemos muy bien. Sé que a partir de 1956 pasó a ser un hotel. Era de mi padre, que murió cuando yo era muy pequeño y, tras su muerte, comenzó a llevarlo mi madre. Ella debió cogerlo entre los años 70 y 80. Llevaba el restaurante y posteriormente se hizo otra zona que era solo cafetería. Llevamos aquí desde siempre. Yo incluso trabajé en la recepción con 15 y 16 años. Luego estudié, mi madre se jubiló y fue cuando monté el restaurante", explica.
El establecimiento se creó durante la Guerra como un balneario para soldados y fue objeto de diferentes cambios a lo largo del pasado siglo
De eso hace ya 12 años, en los que la necesidad de una reforma crecía progresivamente. Antes, Asdrúbal Fernández había visto cambiar el edificio con la necesidad de los tiempos. "Mi madre metió dos reformas grandes. Antiguamente el edificio era un bajo y dos plantas y ahora es bajo y cuatro plantas. Con ella se hizo la tercera y la cuarta", recuerda. Pero, el mayor cambio, es el que este mismo viernes ve la luz. "Queríamos hacer una gran reforma hace mucho, porque el hotel estaba un poco viejo, pero con la pandemia y la crisis nunca llegaba el momento y este año dijimos: sí o sí", asegura. El pasado mes de enero cerró las puertas y se puso manos a la obra. "Las habitaciones eran muy antiguas. Teníamos una clientela de toda la vida, era un hotel muy familiar. Venían un mes, 15 días o 20, y algunos incluso todo el verano, por lo que teníamos habitaciones con muchos muebles y armarios muy amplios. Pero esos clientes poco a poco compraron apartamentos, pisos o han fallecido. Las nuevas generaciones vienen menos tiempo, una semana o cinco días. Por ello, hemos adaptado las habitaciones con armarios abiertos, menos muebles, más diáfano todo, con una imagen más veraniega e ibicenca, en tonos neutros y mucha vegetación en la terraza", un lounge bar que es la joya de la corona, con unas vistas privilegiadas al mar, justo en el centro de Silgar.
La terraza, con la que solo pueden competir otras de renombre como la del Real Club Náutico, es una extensión del salón social del hotel, destinada a cafetería, "para tomar una copa, un cóctel, champán o un buen vino. El acceso es libre, tanto para clientes del hotel o para los que vengan al restaurante y estén esperando una mesa", ejemplifica el responsable del establecimiento, orgulloso de continuar un legado familiar dispuesto a permanecer en pie largos años. "Nunca había hecho una reforma tan grande y estoy muy satisfecho. Quería cambiar sobre todo las habitaciones y ahora puedo decir con orgullo que me gustan a mí", señala, estimando que el próximo día 15 todo el conjunto que forma el hotel, el restaurante, la terraza y el bar estarán funcionando a pleno rendimiento, tras una reapertura sin precedentes en la familia.
Por su pizza de pulpo lo conocerán
Ahora, su oferta se complementará con la atractiva terraza, de la mano de una carta que fusiona platos como el Pan bao club, Tacos gali-mex, Taco de gambón y también opciones veganas.