El biólogo que señalizó Sanxenxo en la Antártida

▶ Carlos Barros estudió durante 60 días los efectos del cambio climático a través de los pingüinos, a 12.554 km de su municipio natal ▶ La añoranza le llevó a marcar el camino hacia Sanxenxo en pleno glaciar
Carlos Barros junto al cartel que señala la distancia hasta Sanxenxo. DS
photo_camera Carlos Barros junto al cartel que señala la distancia hasta Sanxenxo. DS

Cuando al biólogo y veterinario Carlos Barros le surgió la oportunidad de investigar en la Antártida a través de un proyecto del Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), no dudó en cambiar A Panadeira, la playa de su infancia en Sanxenxo, por el mar gélido del Océano Antártico. A pesar de ello, durante los 60 días en los que estuvo a 12.554 km de Sanxenxo estudiando los efectos del cambio climático a través del comportamiento de las colonias de pingüinos, este investigador sanxenxino se comunicaba casi a diario con su familia en el municipio por lo que, además de dejar su huella científica en Isla Decepción, quiso llevar un poco de su hogar hasta la que había sido su casa durante dos meses en la otra punta del mundo.

Por ello, en un acto cargado de simbolismo, tuvo la idea de señalizar el rumbo hacia su municipio natal en una rosa de los vientos de la isla volcánica, junto a los kilómetros que le separaban de su familia. "En períodos vacacionales y siempre que puedo vuelvo a Sanxenxo donde tengo a mi familia y visito mi playa desde la infancia, Panadeira. Sanxenxo es un lugar privilegiado para vivir, un paraíso", aseguraba con emoción.

Carlos Barros durante la instalación del cartel de Sanxenxo en la Antártida. DS
Carlos Barros durante la instalación del cartel de Sanxenxo en la Antártida. DS

Barros, que accedió al proyecto en la Antártida gracias a su trabajo como conservador de aves en el Oceanogràfic de Valencia, había estado el pasado mes de noviembre en las Islas Galápagos. Sin embargo, la estancia en la Antártida marca un antes y un después en la carrera de este sanxenxino, que analizó tres clases de pingüinos del continente en tres fases de 20 días cada una, para ver como el calentamiento global afecta a sus funciones vitales. "Son unos auténticos bioindicadores y centinelas del cambio climático. Son más sensibles que cualquier otra especie y eso nos permite en muchos casos a tomar medidas con cierta antelación", asegura.

Ahora, podrá monitorizar a estas aves durante aproximadamente un año a través de geolocalizadores, para sacar las conclusiones de su estudio durante los próximos meses y sobre las que, asegura con optimismo, "no tienen que verse como negativas". Este proyecto permitirá obtener información real de la situación, como una herramienta más para tomar medidas a escala planetaria sobre el estado de emergencia climática.