Siglo y medio de turismo termal

En torno a 1900 la alta sociedad ya peregrinaba a las Rías Baixas atraída por la riqueza de sus aguas mineromedicinales. Los balnearios de A Toxa y Mondariz, de Caldas y Pontevedra, las casas de baños de Catoira, Cuntis o Ponte Caldelas trazan el mapa del turismo termal en la provincia

Gran Hotel de La Toja. ARCHIVO DP
photo_camera Gran Hotel de La Toja. ARCHIVO DP

Hace casi siglo y medio las aguas mineromedicinales se convirtieron en un imán para la alta sociedad que buscaba en la naturaleza y en sus manantiales su fuente de la eterna juventud.

"Se peregrina por lueñes tierras, buscando la fuente milagrosa, de donde mana el agua salutífera. Es la idea de la Edad Media, que lanzó a tantas multitudes por la ruta de Compostela y de Jerusalén", escribió Emilia Pardo Bazán en una crónica de 1911. "En el curso de mi vida he alcanzado tres épocas: la de los baños de mar, a todo trance, la de las aguas minerales a toda vela, y ahora la de los sanatorios, con las curas de altitud y los sistemas de alimentación (...)".

Balneario de Mondariz, 1898. ARCHIVO DP
Balneario de Mondariz, 1898. ARCHIVO DP


El termalismo en Rías Baixas tiene sin embargo su origen en la época romana. Entonces ya se utilizaba con fines terapéuticos el agua que manaba de las burgas de Cuntis y Caldas de Reis a 50 grados. Sin embargo, fue en la segunda mitad del siglo XIX cuando las casas baños y balnearios vivieron sus mejores años en toda Europa. En aquella época se inició la explotación comercial de las fuentes de A Gándara y de Troncoso en Mondariz-Balneario de la mano de los hermanos Peinador. Este, junto al de A Toxa, fue un centro pionero en el uso terapéutico de las aguas termales. Aunque algunos textos recogen que la fuente de A Gándara era ya frecuentada en la Edad Media por los señores del castillo de Sobroso.

La primera regulación del uso de las aguas termales data de 1816. A partir de 1875 empezaron a construirse hoteles y a ofertarse actividades lúdicas para atraer a los clientes más acomodados. Con el tiempo, estos espacios de curación fueron concebidos para el ocio. Los avances médicos y técnicos impulsaron nuevos usos del agua y permitieron la aplicación de tratamientos más especializados  como inhalación de gases, pulverización, chorros e hidroterapia.

Balneario de Ponte Caldelas, 1900. ARCHIVO DP
Balneario de Ponte Caldelas, 1900. ARCHIVO DP

Balneario del Lérez. Pontevedra tuvo su propia historia termal que hoy duerme a pie del Lérez, en la senda natural del mismo nombre. 
El 22 de agosto de 1906, en plenas fiestas de La Peregrina, tuvo lugar la inauguración del balneario de Monte Porreiro conocido también como balneario del Lérez. Fue Casimiro Gómez, hijo de una familia de Viascón que había emigrado a Argentina años antes y volvió a Pontevedra tras conseguir una gran fortuna, quien impulsó esta casa termal. El empresario se hizo con unos terrenos a dos kilómetros de Pontevedra. Pronto levantaría un balneario, motivado por la moda de la época e incluso embotellaría sus aguas y las vendería en varios países.

Planta embotelladora de agua del Balneario del Lérez. FOTO PINTOS. POSTALES DIARIO DE PONTEVEDRA
Planta embotelladora de agua del Balneario del Lérez. FOTO PINTOS. POSTALES DIARIO DE PONTEVEDRA

"La parte alta de la casa está destinada a salón de recreo de los señores agüistas. Desde las ventanas de este gran salón se admiran espléndidas vistas que sin duda llamará la general atención por su hermosura", reza una crónica de Diario de Pontevedra de aquel día, recogida por el investigador Xosé Manuel Pereira en su libro El balneario del Lérez. La aventura termal de Casimiro Gómez.

Las aguas mineromedicinales de Lérez, de las fuentes Monte Porreiro y Aceñas, se declararon de utilidad pública en 1904 como aguas bicarbonatadas, sódicas, cloruradas, fluoradas y líticas. El agua embotellada de Pontevedra llegó a varios países de todo el mundo y se bebía incluso en la Casa Real.