Hostelería desde el corazón

Jubilación ▶ Tras más de dos décadas al frente del comedor, el Hotel Carlos I de Sanxenxo dice "hasta pronto" a su histórico maître Javier Otero, que supo ganarse el cariño de todo un pueblo, gracias a su pasional forma de ver el mundo de la hostelería, en el que comenzó con solo 13 años
Javier Otero ante la fachada del Hotel Carlos I de Sanxenxo, que fue su casa durante más de 20 años. DAVID FREIRE
photo_camera Javier Otero ante la fachada del Hotel Carlos I de Sanxenxo, que fue su casa durante más de 20 años. DAVID FREIRE

COMENZÓ a trabajar de camarero a los 13 años y, desde entonces, su tesón, el aprendizaje práctico y sus experiencias por el mundo, se convirtieron en los principales ingredientes que formaron al gran profesional de la hostelería sanxenxina en el que llegó a convertirse, un logro del que ahora se jubila, a sus 65 años y tras una carrera imparable.

El fallecimiento de su padre, cuando estaba a punto de cumplir los 14, marcó su vida y alentó la necesidad y las ganas de progresar. De aquellos primeros años, Javier Otero Carballal recuerda su empleo en Casa Román, "que era de lo mejorcito que había en Sanxenxo, con el abuelo de Román", y que posteriormente pasaría a ocupar su hermano, mientras que el trabajaba en otro negocio. "Mi hermano ya trabajaba de albañil, pero era un empleo tan bueno, que no quería dejarlo ir. Estuvo allí 46 años", cuenta.

En ningún momento de su vida quiso dejar la hostelería, aunque combinó su pasión con empleos de albañil y de fontanero. "Fuimos a hacer una obra a la playa de Aguete, donde ahora está Los Tres Monos. Allí hacían bodas y durante tres años un amigo y yo estuvimos trabajando allí también", explica. Otros empleos y la obligatoriedad de ir a la mili definieron una juventud marcada también por la emigración en Suíza durante ocho años. Allí fichó por una compañía hostelera que le llevaría hasta Mallorca posteriormente y, tras dos años en Baleares, permaneció otros nueve en Canarias, alternando temporadas con el entonces Hotel Sanxenxo, donde trabajó los siguientes nueve años. "De aquella se trabajaba muchas horas y me ofrecieron el empleo de maître en el Carlos I. Aquí estuve 22 años. Nunca me quise ir a ningún otro sitio, tan solo de viaje", asegura.

Su trayectoria se construyó desde abajo y sus ojos vieron pasar todas las penas y glorias de la hostelería, dentro y fuera de Sanxenxo. "Antes era muy duro y ahora la gente no quiere trabajar de esto. Se ganaba mucho dinero, pero se hacían 16 o 17 horas y no había vacaciones. Se trabajaba sin descanso y con 40 y pico años encontré mi lugar en el hotel donde eché 22 años", recuerda. Y, con ello, Javier logró hacerse un hueco en el corazón de sus compañeros, pero también de los vecinos y turistas a los que atendía - y con los que todavía hoy trata - cada temporada. "La verdad es que a día de hoy me encuentro a los clientes por la calle y es alucinante. Yo era la persona que más contacto tenía con los clientes del hotel. Al terminar mi jornada, muchas veces me quedaba horas y horas hablando con la gente. Era algo que yo tenía que hacer, pero que hacía muy a gusto. Tratar a la gente es muy importante y a día de hoy no se hace. En la mayoría de los sitios, el camarero ya no tiene contacto con los clientes. Todo es incluido, pasan con un carro, te recogen los platos y no hablan. No hacen falta ni idiomas", dice precisamente él, que habla cinco: italiano, francés, alemán, portugués y español. "Y me defiendo en inglés", matiza.

Nunca desaprovechó una oportunidad. Las clases de alemán en Canarias y el trato con sus compañeros fueron la mejor escuela. Precisamente, de las últimas dos décadas se lleva "el cariño de todos ellos, que fueron mi mejor apoyo en momentos difíciles" y, aunque entre sus metas para la jubilación están hacer una casa y viajar, para él, la hostelería es una pasión a la que no descarta volver, porque "me encontraba muy a gusto".