Vinos de todo el mundo empiezan a ganar prestigio en la tierra del albariño

El sumiller Eduardo Camiña ofrece caldos internacionales con tortilla de patatas y huevos con pan de maíz
Eduardo Camiña e Iraia Mendizábal en su negocio de Meaño. José Luiz Oubiña
photo_camera Eduardo Camiña e Iraia Mendizábal en su negocio de Meaño. José Luiz Oubiña

Meaño es una tierra donde el vino tiene especial protagonismo. Viñedos y bodegas conforman gran parte de su paisaje, pero también marca otros aspectos como el social y el económico. No es extraño que alguien nacido en esta tierra sienta una especial admiración por la enología, ciencia que se dedica a la producción del preciado líquido, o a su posterior análisis para hacer la oportuna selección que luego disfrutarán los clientes en los establecimientos, como es el caso del sumiller.

A esta última profesión se dedica Eduardo Camiña, un meañés que también lleva en la sangre el noble oficio de restaurador gracias a sus progenitores. "Mis padres tienen viñedos. En Meaño casi todo el mundo está relacionado con el vino", asegura el sumiller. Su madre regentaba un furancho, aprovechando su producción vinícola casera y su buena mano en la cocina. Es el negocio que refundó Camiña para actualmente ofrecer un servicio que conjuga lo tradicional con lo moderno. Hasta su nombre resulta llamativo: Lagüiña Lieux-dit. El primer término se refiere a la toponimia del enclave de Meaño donde está situado y que tiempo atrás tuvo lagunas. Lieux-dit es una expresión utilizada en zonas francesas como Borgoña o Champaña que significa 'lugar de' y se relaciona con sitios donde hay viñedos.

Pero antes de iniciar esta aventura, Eduardo Camiña recorrió un largo camino de formación en entidades de gran prestigio y bajo la supervisión de profesionales top. En 2011 ingresaba en el Carlos Oroza de Pontevedra, donde se imparten ciclos medios y superiores de todas las materias relacionadas con el mundo de la cocina y la restauración. En verano hizo sus primeros pinitos como extra para Pepe Vieira. Allí comenzó su curiosidad por el vino tras conocer variedades de diferentes países del mundo. Al año siguiente, repitió bajo el techo de una estrella Michelin, esta vez con Pepe Solla, ya más dedicado a la bebida procedente de la uva.

El meañés no bajaba el listón y de nuevo se embarcaba con otra 'estrella' en el restaurante Culler de Pau. En el local de O Grove "se creó una carta de vinos muy chula", comenta Camiña, quien después de estos años de aprendizaje ya acumulaba cinco como sumiller. Y sin temblarle el pulso se lanzó al exterior, ni más ni menos que a uno de los restaurantes con mayor reconocimiento internacional, Mugaritz. Al País Vasco llegó en 2017 y estuvo tres temporadas y media, hasta que la pandemia cambió el mundo. Bueno, también el amor, que lo ha cambiado siempre.

En Euskadi conoció a su actual pareja, Iraia Mendizábal, compañera de trabajo en el citado restaurante del chef Andoni Luis Aduriz, aunque ella luego fue contratada en el Arzak, otro establecimiento que juega en la liga mundial. Un día, en medio de la crisis sanitaria, ambos decidieron abandonar la élite y empezar desde abajo, en regional si hacemos un simil con el fútbol. Aprovechando que disponían de un lugar privilegiado en Meaño, materia prima de primera calidad y una gran formación, iniciaron un camino que ya apunta a metas mayores. "Estamos muy contentos, encajó muy bien en el pueblo y en Galicia, a pesar de estar en las afueras de Meaño". No obstante, señala el sumiller, "al principio fue una aventura. No teníamos una visión real del negocio tras el parón de dos años por la pandemia".

En Lagüiña le dieron el mando de la cocina a su madre. "Empezamos con ella. Ahora tenemos de cocinero a un excompañero de mi etapa en Culler de Pau", señala Eduardo Camiña, quien pasa a relatar lo que se ofrece en su negocio en el apartado culinario. "Servimos comida tradicional como la que siempre hizo mi madre, unas tortillas, huevos con pan de maíz, pimientos, tomates... Y también cosas más actuales para darle una visión más de restaurante".

Pero la gran atracción del Lagüiña son los vinos. Los de la tierra y otros caldos gallegos y nacionales, que se pueden encontrar en muchos lugares, y especialmente las botellas de procedencia internacional. "Vendemos muchísimo albariño. También el de casa, lo que nos da un concepto tradicional. Pero estamos muy centrados en ofrecer caldos internacionales. Democratizar este apartado para que cualquiera pueda acceder a estos vinos". Aunque el mercado todavía no es muy grande, Eduardo Camiña asegura que "en los últimos años esta situación cambió mucho en Galicia. Ya no sorprende tanto ver vinos de Grecia, Alemania, Hungría, Estados Unidos o Australia".

En la cuna del albariño (en referencia a toda la comarca) pueden convivir otros tipos de vino, además del resto de caldos gallegos y nacionales. Unos vinos extranjeros que pueden resultarnos exóticos, pero que nos darán una nueva visión sobre el fascinante mundo de esta bebida hecha de la uva. Meaño nos ofrece la posibilidad, pero cada vez hay más lugares en la provincia que tienen una carta de vinos con la que puedes dar la vuelta al planeta sin levantarte de la silla, eso sí, sin que falte la tortilla de patatas o los pimientos de Padrón para calmar las iras del dios Baco.