El origen celta del Samaín y su creciente celebración gallega

En Galicia se celebra cada vez más esta tradición ancestral ▶ Año tras año se observa más decoración y actividades relacionadas con el emblemático Samaín
(_LO_3195.JPG)  Salnes Samain Vilagarcia Praza da Peixeria
photo_camera Celebración do Samaín en Vilagarcía. JOSÉ LUIZ OUBIÑA

El Samaín es la festividad de origen celta más importante del período pagano en Europa hasta su conversión al cristianismo. Lo que se celebra en la noche del 31 de octubre al 1 de noviembre servía como celebración del final de la temporada de cosechas en la cultura celta y era considerada como el Año Nuevo Celta, que comenzaba con la estación oscura. Es tanto una fiesta de transición (el paso de un año a otro) como de apertura al otro mundo. Su etimología es gaélica y significa "fin del verano". En la actualidad el Samaín continúa celebrándose por los seguidores de movimientos religiosos neopaganos, como la wicca y el druidismo.

Eran los druidas los encargados de celebrar la fiesta celta para honrar a los ancestros, a través de numerosos ritos. Cuentan las leyendas que recogían en los bosques más apartados bayas de muérdago durante esa noche, para lo que utilizaban una hoz sagrada forjada en oro. Con ellas, preparaban pócimas y ungüentos, y vaticinaban sobre el futuro de las cosechas y de la aldea. Uno de los rituales que ha llegado hasta nosotros, y cuyos resultados auguraban el futuro, es el de coger manzanas, que se ha transformado en el apple bobbing de Halloween. Consiste en sumergir varias de estas frutas en un caldero con agua y ser capaz de agarrarlas con la boca. Durante esta jornada, los druidas también apilaban ramas sagradas y encendían al atardecer hogueras en diferentes puntos del poblado, para ahuyentar a los malos espíritus y guiar a los difuntos en su camino. Algunas personas se cubrían con pieles de animales, máscaras, etc. para despistar a los espíritus y los fantasmas, lo cual daría lugar a la costumbre de disfrazarse que se mantiene en la actualidad durante tal noche. La tradición del fuego se conservó en las aldeas gallegas, cuando durante esta noche se encendían hogueras con ramas de tejo o de serbal que luego se utilizaban para encender las lareiras.

La noche del 31 servía como celebración del final de la temporada de cosechas, considerada como el año nuevo Celta

Mucho antes de que en las huertas gallegas hubiera calabazas, en Samaín las poblaciones célticas cogían las calaveras de sus enemigos muertos en la batalla y los iluminaban, para colocarlos en los muros de los castros. Posteriormente, a pesar de la llegada del cristianismo, que lo declaró una festividad pagana, en Europa los pueblos de origen céltico continuaron con la tradición del Samaín.

Entre aquellos pueblos que conservaron sus tradiciones, como los irlandeses, la noche de Samaín vaciaban los nabos y en el hueco interno colocaban carbón ardiente para alumbrar el regreso de los difuntos al mundo de los vivos, con la intención de recibirles y, a la vez, protegerse de los malos espíritus. Con la aparición de las calabazas, comenzaron a vaciarse estas para esculpir en ellas calaveras que dieran miedo, colocando una vela en su interior, para espantar a los malos espíritus en la noche que transita entre el verano y el invierno.

Hadas, trasgos y todo tipo de seres feéricos pueden caminar entre nosotros durante el Samaín, ya que está abierta la puerta entre dos mundos. Por ello en las aldeas, se cerraban las casas a cal y canto y no se abría a nadie. Se decía que, en caso de osar hacerlo, si el visitante era un hada, la suerte bendeciría a los que estuvieran bajo ese techo durante todo el año siguiente, pero si se trataba de un trasgo, la mala suerte caería irremediablemente sobre ellos. Entre las tradiciones, mitos y leyendas de Galicia, el de la Santa Compaña hunde sus raíces en esta noche. La comitiva de difuntos, a la que dirige una persona viva, camina en completo silencio con largos cirios que iluminan los lugares por los que pasan. Todos han de guardarse de encontrarse con esta procesión. El condenado que las guía solo se verá libre de tal maldición cuando le pase el testigo de tal desgracia a otro.

En Galicia, en esta fecha, era habitual que la mesa no se recogiera después de cenar, por si las ánimas de los fallecidos acudían a visitarnos durante la noche y les acuciara el hambre. Además, se dejaba la chimenea encendida para que no pasaran frío. No era la única madrugada en la que esto sucedía, ya que también había costumbre de hacerlo durante la Nochebuena. El Samaín llegó a Estados Unidos durante los siglos XVIII y XIX, a causa de los numerosos emigrantes escoceses e irlandeses que partieron hacia América, llevando con ellos su cultura y tradición. El famoso "truco o trato" que tanto ha popularizado el Halloween estadounidense, también tiene su origen en el mundo celta. Cuenta la tradición que los druidas iban la noche del 31 de octubre de casa en casa pidiendo comida para honrar a sus dioses, por lo que ni siquiera lo que muchos consideran una costumbre americana lo es. Tal y como ha pasado con otras celebraciones paganas, el cristianismo terminó instaurando en esos días sus propias festividades.